Según los informes, los científicos han logrado crear la imagen de la cara humana del futuro, y ahora sabemos cómo se verá nuestra especie en el futuro cercano.
¿Pero cuánto ha cambiado nuestra cara desde que aparecieron los humanos en la Tierra?
El ‘rostro’ de Humaïkid ha cambiado considerablemente en los últimos dos millones de años. Pero este cambio no se ha detenido. Según los investigadores, nuestra cara todavía está en el proceso de transformación y seguirá evolucionando para responder mejor a las nuevas velocidades.
Los científicos creen que, si bien algunas funciones faciales seguirán siendo las mismas, otras tendrán que adaptarse y evolucionar a las nuevas realidades y condiciones del futuro.
Las expresiones faciales cambiaron y pasaron de ser intimidatorias a ser más armoniosas para llevarse bien y poder convivir con los demás.
Además, en términos faciales, la cara humana evolucionó hasta convertirse en la especie más expresiva de la Tierra.
Pero la pregunta que ha preocupado a los expertos es ¿cuál será el futuro? Según los expertos internacionales, ya existen algunas indicaciones para solucionar el eigma.
Uno de los cambios significativos está directamente asociado con el tamaño del cerebro y relacionado con su evolución, lo que nos permitió tener más posibilidades expresivas porque somos seres sociales, cooperativos y alimentamos esas características.
Sin embargo, como si surgiera el viejo dilema de qué fue primero; el huevo o la gallina, es bueno precisamente si somos expresivos porque tenemos un cerebro que nos permite serlo o nuestro cerebro quedó mejor equipado gracias a nuestra expresividad.
Además, el hecho de que el rostro sea tan familiar entre los humanos, que cualquiera que ve un rostro sabe que es un rostro, no significa que ésta sea una característica que prevalezca en la paternidad.
Según Pepy Spikis, arqueólogo paleolítico de la Universidad de York, “Nuestros ojos están muy juntos y miran hacia adelante, los arcos humanos detallados son desproporcionadamente pequeños en relación con el resto del cuerpo, y tenemos dientes más pequeños. Es decir, las características físicas de nuestro rostro son υпυsυal iп пatυre”,
Lo que comas moldeará tu rostro, como…
David Perrett, investigador de la Universidad de Saiпt Apdrews y autor del libro “Iп Your Face: The New Scieпce of Hυmaп Attractioп”, explica que la dieta cambia, lo que también afecta la forma del rostro.
Nuestros rostros han cambiado mucho con respecto al ancestro común que compartimos con los chimpancés hace unos 6 o 7 millones de años.
Los principales indicadores incluyen una cresta de la frente reducida, una frente aplanada, un hocico menos pronunciado y un chip.
Nuestros antepasados más antiguos eran lo opuesto a esa descripción: frente pronunciada, hocico prometedor y chip poderoso.
“La forma básica de la cara humana surgió hace unos dos millones de años, y los cambios, desde entonces, han acelerado la reducción gradual de las facciones”, dice Erik Triпkaυs, profesor del Departamento de Atropología de la Universidad de Washigtop.
¿Tú, para siempre?
Si el cráneo humano evoluciona, los científicos esperan que alcance una juventud en términos de proporciones craneales, lo que conduciría a una cara más pequeña, con órbitas oculares proporcionalmente más grandes, un chip de dimensiones más pequeñas y una bóveda craneal más globular y desarrollada.
Eso sería de esperar si se conoce un proceso como “eotepia”, lo que significa que las personas en realidad conservarían su apariencia juvenil al llegar a la edad adulta.
Cara más pequeña, mierda más grande, ¿la cara del futuro?
Los científicos creen que la cara del futuro será más o menos así. La representación de Desigпer Lamm de cómo podría verse la cara humana hace 100.000 años.
En otras palabras, el mapa del futuro, argumentan los expertos, probablemente tendrá una cara más pequeña y una mierda más grande en comparación con la gente de hoy.
Sin embargo, para que se produzca esta evolución, los científicos dicen que sería necesario un cambio en la pelvis femenina, cuyo canal de parto ya es extremadamente estrecho, motivo por el cual muchos bebés nacen prematuros, teniendo que madurar postnatalmente, lo que impone algunas limitaciones.