Las momias que se vendían no eran los cuerpos cuidadosamente conservados de faraones y nobles que habían sido enterrados con gran cuidado y reverencia. En cambio, a menudo eran restos de plebeyos, momificados apresuradamente y retirados de sus lugares de descanso originales para venderlos como curiosidades.

En ese momento, Egipto se encontraba en un estado de agitación política, con potencias extranjeras compitiendo por el control y funcionarios locales luchando por mantener el orden. La venta de momias fue sólo una de las muchas formas en que se manifestó esta agitación, mientras la gente buscaba formas de ganar dinero en una época de gran incertidumbre.

A pesar de la cuestionable ética de vender restos humanos como baratijas, la práctica estaba sorprendentemente extendida. Los vendedores ambulantes se instalaban en mercados concurridos o a lo largo de rutas turísticas populares, exhibiendo las momias y vendiéndolas a los transeúntes. Algunos incluso llegaron a crear momias falsas utilizando restos de animales y otros materiales.

La venta de momias finalmente se convirtió en un gran escándalo, cuando el gobierno egipcio se dio cuenta de la magnitud del problema y comenzó a tomar medidas enérgicas contra los involucrados. Se aprobaron leyes para proteger los antiguos lugares de enterramiento e impedir la extracción de momias, y se impusieron castigos a quienes fueran sorprendidos vendiéndolas.

Hoy en día, la venta de momias en Egipto es ilegal y los restos de aquellas que alguna vez se vendieron como souvenirs ahora son tratados con el respeto y la dignidad que merecen. Sin embargo, el legado de este capítulo extraño e inquietante de la historia de Egipto permanece, y sirve como recordatorio del lado más oscuro de la naturaleza humana y la importancia de preservar nuestro pasado para las generaciones futuras.